Aunque nació en la desembocadura del Guadiana, su cante viene de la otra orilla del Guadalquivir. Las sagas jerezanas de Los Carpio y Los Valencia, más Juanito Mojama confluyen en la genética flamenca de Antonio Pitingo. Y el recorrido sigue hasta Granada, donde el cantaor ha encontrado como padrinos de su álbum debut a Los Habichuela. Y aún hay más ingredientes, pues su voz viene aliñada con los sabores del gospel y del soul. Y aunque es consciente de que no va a cambiar el flamenco, sí quiere aportarle nuevos colores. Dicen que la ‘soulería’ es “hacer, poniendo el alma, unas determinadas virguerías con la voz, ajustándose en todo momento al compás flamenco”. Con Pitingo nace el flamenco-soul.
![]() Pitingo (Foto: Daniel Muñoz) | |
El cante te viene de familia. Preséntate, Pitingo.
Nací en Ayamonte, Huelva. Pertenezco por parte de mi madre a Los Carpio y a Los Valencia, mi abuela es Carpio Valencia, sobrina de Juanito Mojama y el cante lo he escuchado desde chico en mi casa porque mi abuela cantaba, mi tío José cantaba y bailaba, mis primos... Menos mi madre la pobrecita, que ella dibuja muy bien, pero de cantar, no. A mi tío Diego también lo escuchaba mucho, que era nuestro patriarca, y cantaba y bailaba muy bien.
Más cante de Jerez que de Huelva...
Mucha gente me pregunta que por qué no he hecho fandangos de Huelva en el disco. Y siempre digo que por parte de mi madre son todos de Sanlúcar, de Cádiz, de Jerez. Ya conociste en el estudio de Jerez a mi primo Fernando. Me gusta el fandango de Huelva y lo conozco, pero soy más caracolero, me gusta más el fandango de Manolo Caracol. Me he criado más en el cante de Cádiz que en el de Huelva. Y cantaba desde chiquitito. Con ocho o nueve años cantaba lo típico, un poquito por bulerías, fandangos, por rumba, pero una vez que vine a Madrid fue cuando empecé a cantar más variedad de cantes: malagueñas, granaína, taranta...
¿Y te viniste a Madrid para abrirte camino como cantaor?
No, me vine a Madrid para trabajar. Empecé a trabajar en el aeropuerto cogiendo maletas. Y después a ir a las fiestas de los señoritos que me iban saliendo por las noches. Luego ya me metí en un tablao mientras seguía trabajando en el aeropuerto.
¿“De los señoritos” has dicho?
De los señoritos, sí. Esta noche me voy a una.
¿Ya no tiene esa connotación negativa?
Ya no tanto. Ahora es gente aficionada, que respeta. Antes, pues depende, lo mismo te llamaban, te hinchabas de cantar y no te echaba cuenta nadie, sólo lo hacían por tener allí a dos flamencos. Y lo único que estabas esperando era cobrar e irte. Pero ahora ya es diferente.
Volviendo a tu historia. El siguiente paso fueron los tablaos, ¿no?
Me metí a trabajar en El Café de Chinitas, Torres Bermejas, Casa Patas..., cantándole a bailaores como Mari Paz Lucena, El Toleo y mucha más gente.
Pitingo
Siempre se dice que hay que pasar por esa escuela. ¿Qué aprendiste en los tablaos?
Aprendí a cantar más reposado. A veces, hay gente que tira para delante y otros para atrás, hay gente que empieza a cantar más reposado y otros que se adelantan demasiado. Yo aprendí a cantar más reposadito y a subir al escenario más tranquilo, más medido. Se nota el cantaor que ha acompañado al baile por la medida del tiempo, del ritmo.
Y en las noches flamencas de Madrid conociste a productores, cantaores...
Fui una noche a El Mago -una reunión flamenca que semanalmente se celebra en Madrid- y conocí a José Manuel Gamboa, Ricardo Pachón... Y, a pesar de los buenos comentarios, al final desaparecí un año, porque no me quería dedicar aún a cantar, no me sentía preparado para ser cantaor de ‘alante’. Me iba a ir a cantar a un tablao a Barcelona, pero al final no me fui. Seguí en lo mío hasta que, al cabo de un año, volví a aparecer por El Mago. Entonces me dijo Gamboa que me quería escuchar Ricardo Pachón. Con él no pasó nada, pero firmé con un manager. Al principio, estaba muerto de miedo, pues me puso a torear de repente con ‘miuras’. Yo me veo de hace dos años a ahora y prefiero no verme. Lo reconozco. Salía a los escenarios con la cabeza agachada. La primera gala fue en Chicago con Gerardo Núñez. Tú, imagínate. Tenía una copa de agua en el suelo, junto a la silla, y no logré en todo el concierto que me llegara a la boca de lo que temblaba.
Pero eso te habrá hecho sentir mucha más confianza...
Claro que es bueno. Aunque todavía tiemblo un poquillo.
![]() Pitingo (Foto: Daniel Muñoz) | |
Ya conseguirás beber, ¿no?
Sí, sí. Me doy un poquillo la vuelta y bebo. Pero los nervios no se me quitarán en la vida, soy muy nervioso.
Y después de calentar motores en directo, llega el disco...
Fue a raíz de la canción ‘Los quereles’, que grabé en el disco colectivo ‘El búho real’ de Emi. Empezaron a ponerlo mucho en Radiolé porque a ellos les gustaba. Lo escuchó Universal, vinieron a verme el año pasado en Flamenco pa’ Tos y ahí empezó todo. Hablamos y me dieron a elegir productor, entre ellos, Javier Limón. Pero a mí me parecía que para mi disco tenía que ser Gamboa, porque para mí es la persona que, como productor, más sabe de flamenco y era el que me podía guiar y del que me fiaba. Aunque hay cosas modernas, quería un disco flamenco. Otro productor te puede llevar por otro lado y luego para remontar, no veas.
Hay que creer en lo que estás grabando, ¿no?
Yo me tiré muchas horas estudiando el disco. Por la noche me iba con Gamboa, cogíamos la guitarra y me ponía a cantar. Ensaya esto, canta aquí... Así hasta que estaba perfecto y él me decía: “Ahora sí. El viernes vamos a grabar”. Tres meses de trabajo en total, con muchos problemas... Y juntar a Los Habichuela, que también es difícil.
El título apabulla: ‘Pitingo con Habichuelas’.
Parece un plato. Jajajaja.
¿Cómo conseguisteis juntarlos?
![]() Pitingo | |
En principio, iban a entrar más artistas, pero no pudo ser por distintos motivos. Y a Gamboa se le ocurrió que todo el disco fuera sólo con la familia Habichuela. Juntar a Pepe y a Juan... Hacía más de treinta años que no se juntaban en una grabación y Gamboa consiguió reunir a toda la familia, hasta los nietos. Era bonito verlo en el estudio. Todos se han portado muy bien conmigo. Pepe Habichuela confió desde el primer momento en mí. Y con el tío Juan tengo una amistad de diario, de llamarnos cada día. Cuando un día no lo llamo, me riñe. Como si fuese un hijo suyo.
¿Y qué supuso para ti grabar con ellos?
Al primero que escuché en el estudio fue al tío Juan Habichuela con la granaína. Y me puse a llorar. Yo me emociono cuando escucho algo tan bonito, pero encima verle allí en el estudio tan mayor y con esa manera de tocar... Me puse a llorar. Pero vamos, que El Camborio y yo nos hemos tirado llorando en el estudio casi toda la grabación. Con el tío Pepe igual, con la seguiriya. ¿Obras de arte? Para mí, la granaína y la seguiriya. La ‘soulería’ y tal son aportaciones pero obras de arte flamencas son la seguiriya y la granaína; son las que me han dejado marcado. Si pongo el disco, siempre me voy a la seguiriya y la granaína. Lo demás está bien, la malagueña también, pero cómo están tocados y cantados esos dos cantes, no. A mí me hubiera encantado sacar como single del disco la seguiriya. Pero ya sabemos todos que no puede ser, la gente no lo entiende.
Después está la cara más moderna: la ‘soulería’, la malagueña con pasodoble, ‘Celos’... ¿De dónde te viene esa faceta soul?
Cuando empecé a grabar la verdad es que lo estaba haciendo todo tradicional. Y una noche le dije a Gamboa que tenía unas cosillas con la guitarra. Se lo hice y me contestó que por qué no lo hacía en el disco. Me daba un poquito de vergüenza. Y dijo que era muy bonito y que lo hiciera... Así surgió la ‘soulería’. Ya me metí en el estudio y empecé a hacer varias voces. Casi todos los coros del disco son míos. Me tiré muchos años cantando gospel con amigos negritos. Y aún perdura esa relación. Seguramente, este verano en los Jardines de Sabatini van a venir conmigo a hacerme unos coros un chico y una chica negros, que cantan que te mueres. Ahora están con Mojo Project, son Iván y Maica Sitte. Con ellos empecé a cantar, a aprender todas las armonías de los coros y la forma de girar de ellos. Y me parece que me ha aportado mucho para hacer algo diferente. No quiero inventar nada nuevo porque el flamenco está inventado sino, simplemente, aportar algo a la armonía.
Como el camino que ha seguido la guitarra en los últimos tiempos...
Eso es. En cante hubo un tiempo en el que se avanzó al igual que la guitarra, pero la guitarra le tomó la delantera en cuanto a armonía y tonos. Y yo quiero aportar diferentes tonalidades porque el flamenco, aunque se hagan cosas nuevas, siempre va en semitonos. Y el gospel tiene una riqueza de armonías que no veas, unos giros diferentes. Creo que se puede hacer. ‘Los quereles’ está hecho con una base por debajo de coros de gospel, igual que la ‘soulería’... es todo gospel a ritmo flamenco.
![]() Pitingo (Foto: Daniel Muñoz) | |
No es fusión intencionada entonces, sino que viene en tu formación.
Sí, claro, yo lo conocía. Había muchos gitanos que hablaban en Madrid diciendo que el Pitingo tenía que cantar cosas modernitas. Pero yo no sabía a qué se referían con cosas modernitas. ¿Qué es modernito? Yo creo que se pueden hacer, simplemente, aportaciones nuevas. Y si alguna vez hago un segundo disco volverá a ser flamenco con alguna aportación. Me encantaría grabar el ‘Yesterday’ por bulerías. Ahora hemos hecho la banda sonora de la película ‘Cándida’ de Guillermo Fesser el ‘Gwendolyne’ de Julio Iglesias y ha ido todo el tema con unos coros de gospel por debajo, una cosa preciosa. Me hubiera gustado meterlo en este disco pero no dio tiempo.
¿Qué hay en común entre el flamenco y esas músicas?
Es la misma forma de modular. Yo siempre comparo a Stevie Wonder con Pepe Marchena en la velocidad de la voz. Y a La Niña de los Peines la comparo con Aretha Franklin, con esas voces negras, puras y esa forma de girar. Lo que pasa es que el flamenco tiene otras tonalidades. Si un cantaor se aprendiera esa forma de girar podría cantar soul. Estos chicos de Mojo Project cantan flamenco. Lo mismo, no cantan por soleá, pero saben hacer cosas de Camarón perfectamente. Les cuesta un poquito más el ritmo, pero pueden hacerlo.
Y a ti lo mismo te gusta Camarón que Marchena...
Hay gente a la que, por ejemplo, sólo le gusta Juan Talega, esas voces roncas. Y hay gente a la que sólo le gusta Mairena y no sale de ahí. A mí me gusta Marchena en algunas cosas, me gusta Mairena, me gusta Talega, me gusta La Niña de los Peines, Manolo Caracol, Capullo de Jerez... Es que me gusta todo el cante que esté bien hecho y con sentimiento. Otros me pueden parecer más fríos o menos fríos. ¿De ahora? Me gusta mucho Enrique Morente. Creo que es el que más está aportando al flamenco.
¿Qué le pasa a los jóvenes que sigue siendo Morente quien arriesga?
Es que los jóvenes intentan hacer algo moderno, entre comillas, pero no se arriesgan a hacer algo diferente. Para muchos jóvenes hacer algo moderno es meter una batería a ritmo de bulerías. Y, en realidad, no aporta nada porque, simplemente, están haciendo lo mismo pero con otro instrumento. Pero Morente, de repente, cambia de tonalidades, aquí mete una voces, allí hace... Es genial. Y no pierde la esencia flamenca porque luego va a un teatro y canta su recorrido entero por tarantas, mineras, cartageneras, sus soleares, sus seguiriyas... Pero en sus grabaciones hace lo que se le ocurre. Yo flipo con él. Está por delante porque tiene una mentalidad más abierta que todos. Cuando escuchó mi disco me llamó y lo que más le gustó fue la malagueña cuando al final se juntan las dos voces. “Qué bonito, qué ocurrencia. Enhorabuena, Pitingo”, me dijo. Me llamó a las tres de la mañana. Jajaja. Para mí es un orgullo que me lo diga él, pues creo que es difícil sorprenderlo.
Llama la atención la imagen que reflejas en el disco, más cercano a un cantante de pop. ¿Hay un poco de rebeldía contra los tópicos?
Lo quise hacer así. Yo antes tenía el pelo largo, pero me apetecía cortármelo porque tenía muchos problemas aquí en Madrid en la vida diaria, para entrar en sitios, para coger un taxi... Eso fue mucho antes del disco. Simplemente, doy una imagen de un chaval de veinticinco años que no por ser flamenco tiene que ir con pañuelo de lunares y exteriorizar que soy gitano. Gitano soy, pero no tengo que ir con botos, ni tengo que decir ‘su primo’, ‘su mama’. Yo me he criado en Madrid y hablo y vivo como un chaval normal.
¿Ves más posibilidades ahora para que el cante que hacéis los jóvenes llegue a otros públicos?
Mira Miguel Poveda, Arcángel y Estrella Morente. Los tres son totalmente diferentes y los tres abarcan a cantidad de público ajeno al flamenco. El otro día estaba en la piscina y empezó un socorrista muy ‘bakala’ a hablar conmigo y me dijo que le encantaba Miguel Poveda. Me dijo que tenía todos sus discos y que le encantaba cómo canta. Y me llevé una alegría. Eso es un puntazo. Arcángel también gusta a todo el mundo... Y yo intento también gustar a todo el mundo, a los flamencos y a los no flamencos. A unos les gustaré más y a otros les gustaré menos. Ahora estoy en el punto de mira, sobre todo, de muchos flamencos, pero tampoco hago yo mucho caso de lo que digan. Hace tres años le gustaba a todos y ahora no le gusto a ninguno, pero bueno..
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